Las mujeres tienen el mismo espíritu que este animal: feroz, espontáneo, enérgico, fuerte.
«Todos sentimos el anhelo de lo salvaje. Y este anhelo tiene muy pocos antídotos culturalmente aceptados. Nos han enseñado a avergonzarnos de este deseo. Nos hemos dejado el cabello largo y con él ocultamos nuestros sentimientos. Pero la sombra de la Mujer Salvaje acecha todavía a nuestra espalda de día y de noche. Dondequiera que estemos, la sombra que trota detrás de nosotros tiene sin duda cuatro patas».
Así comienza Mujeres que corren con los lobos, un libro que se ha vuelto best seller durante los últimos años por mostrar el lado intuitivo e instintivo de todas las mujeres. Lee de qué se trata mientras descubres tu próximo tatuaje:
A través de los años, la sociedad se ha encargado de «domesticar» esa naturaleza, la ha cubierto con el pesado manto de la culpa, la delicadeza y un aborrecimiento por sí misma. Sin embargo, de mirarse de una manera franca, podría regresar a esa naturaleza primigenia:
«Los lobos sanos y las mujeres sanas comparten ciertas características psíquicas: una aguda percepción, un espíritu lúdico y una elevada capacidad de afecto. Los lobos y las mujeres son sociables e inquisitivos por naturaleza y están dotados de una gran fuerza y resistencia. Son también extremadamente intuitivos y se preocupan con fervor por sus vástagos, sus parejas y su manada. Son expertos en el arte de adaptarse a las circunstancias siempre cambiantes y son fieramente leales y valientes».
Son mujeres hartas de intentar embonar en un engrane que las limita y corta sus espíritus, que rompe con su creatividad y su vida, que las empuja a asumirse como algo a lo que no pertenecen:
«Una mujer sana se parece mucho a una loba: robusta, colmada, tan poderosas como la fuerza vital, dadora de vida, consciente de su propio territorio, ingeniosa, leal, en constante movimiento. En cambio, la separación de la naturaleza salvaje provoca que la personalidad de una mujer adelgace, se debilite y adquiera un carácter espectral y fantasmagórico».
Como los lobos, hay que aprender a ser valientes. Hay que saber protegerse a sí misma de los ataques del exterior; es urgente retomar la fuerza propia. Sin embargo, para ello es necesario primero reconocerla:
«No estamos hechas para ser unas criaturas enclenques de cabello frágil, incapaces de pegar un salto, de perseguir, dar a luz y crear una vida. Cuando las vidas de las mujeres se que quedan estancadas o se llenan de aburrimiento, es hora de que emerja la mujer salvaje; es hora de que la función creadora de la psique inunde el delta».
Esto no deja de lado la magnífica e irremplazable sensibilidad humana. No se trata de volverse fría o cruel:
«Ser fuerte no significa hacer brotar músculos y flexión. Significa encontrarse con lo luminoso de uno sin huir, viviendo activamente con la naturaleza salvaje de una manera propia. Significa ser capaz de aprender, ser capaz de sostener lo que sabemos. Significa sostenerse y vivir».
Universalmente, los tatuajes de lobos implican al menos 5 cosas:
Inspirar respeto: los lobos saben usar la violencia cuando es preciso.
Amor por la familia: también es necesario proteger a la manada.
Abrazar la soledad: es necesario saber estar solo.
Valorar la lealtad: tener ciertos principios personales inquebrantables.
Dejar de tener miedo: atreverse a ser quien se es.
Claro, estos aspectos no son sólo exclusivos de las mujeres, también los hombres buscan en este símbolo la fuerza y la valentía para enfrentarse a cualquier cosa.
En ambos sexos este animal otorga una energía inusual. Tatuarte la figura de un lobo —ya sea de manera minimalista, realista, geométrica, a color o blanco y negro— es un recordatorio de esa fuerza interna que, al mismo tiempo, se comunica con la naturaleza exterior.
Los tatuajes no son solamente decorativos, pueden ser una guía interna de acción, una manera de estar siempre al tanto de lo que realmente importa.