La escalera de caracol del 59 de Rivoli, realizada en 2018 por el artista Eduardo Fonseca
El 1 de noviembre de 1999, Gaspard Delanoë, Kalex y Bruno Dumont entraron en el 59 de la calle Rivoli. El edificio Haussmanniano llevaba ocho años abandonado por el Crédit Lyonnais y el Consorcio de Realización (organismo encargado de gestionar el pasivo de este banco en aquella época) ,,,. El lugar, autogestionado por el colectivo Chez Robert : Électrons Libres, se transforma en una casa okupa donde exponen los artistas. Con 40.000 visitantes al año, el edificio se convierte en uno de los lugares de exposición de arte contemporáneo más visitados de la capital. Sin embargo, la amenaza de desalojo se mantiene,.
En 2001, Bertrand Delanoë, recién elegido como alcalde de París, se compromete a recomprar el edificio. Finalmente se llegó a un acuerdo entre el ayuntamiento y los okupas. Esto abre el camino a la firma de acuerdos de ocupación con colectivos de artistas okupas en otros emplazamientos parisinos,
El lugar se cierra en 2005 por obras, según lo previsto en el acuerdo, y reabre a finales de 2009, para dejar de ser una «okupación» y convertirse en una «aftersquat».
Desde entonces, el lugar se ha convertido en un complejo que reúne estudios de artistas, residencias de artistas, una galería de arte contemporáneo, conciertos y eventos culturales efímeros,,,. Los artistas de 59 Rivoli también han expuesto en otros países, como en la Academia de Bellas Artes de Florencia en 2017. El local de la rue de Rivoli ha adquirido notoriedad internacional y se cita entre los lugares de creaciones artísticas que hay que ver en París.
En 2012, se contrató a un director de proyecto tras una auditoría realizada por la ciudad de París en la que se pedía a la asociación una mejor gobernanza y una mayor transparencia administrativa. De hecho, hasta esa fecha, nadie se encargaba de velar por el cumplimiento de los acuerdos. Al mismo tiempo, se crearon varias operaciones de patrocinio para financiar el proyecto, por ejemplo con Canson. Además, los artistas que se benefician de un estudio participan en los gastos de funcionamiento del edificio, como la electricidad y la calefacción.