Elaine May’s «A New Leaf » es una historia de amor sobre estas dos personas, que se necesitan desesperadamente aunque él no lo sepa. Matthau interpreta a un envejecido bon vivant que ha dilapidado su fortuna y al que su mayordomo le dice que tiene pocas opciones: El suicidio, tal vez, o casarse con el dinero. No tiene capacidad ni ambición, y el trabajo, por supuesto, estaría descartado. Ha dedicado su vida a vivir cómodamente y con estilo. Su mayordomo le dice, mientras se pone su chaqueta de terciopelo para fumar: «Ha conservado usted en vida, señor, una forma de vida que estaba muerta antes de que usted naciera»
Para llevarlo aún más lejos, pide prestados 50.000 dólares durante seis semanas a su tío rico, una especie de Rabelaisiano gay interpretado por James Coco, que pasa la mayor parte del día comiendo, bebiendo y empleando un molinillo de pimienta transistorizado. Matthau se lanza a la búsqueda de la potencial esposa adecuada, sin resultados hasta que a la señorita May se le cae la taza de té y él sospecha que puede ser tan incompetente, incluso tonta, como para casarse con él.
Su noviazgo consiste en averiguar los gustos del otro. Él saborea las cosechas francesas raras, por ejemplo, y a ella le gusta el Mogen David con soda, con una gota de zumo de lima. Y así sucesivamente. Para su noche de bodas, ella se pone un vestido griego y, sin querer, mete la cabeza por la sisa. Él intenta reajustarla, y mientras ella lucha dentro del vestido durante unos dos minutos se oyen más risas de las que he oído en cualquier cine desde «Los productores» (1968), que es mi vara de medir para estos asuntos.
«Una hoja nueva» es, de hecho, una de las películas más divertidas de nuestra época sin gracia. Al parecer, la señorita May no está satisfecha con la versión actual; los informes de los periódicos indican que su corte original era una hora más largo e incluía dos asesinatos. Matthau, a quien le gusta más esta versión que la original, ha sugerido que el guionista-director-estrella debería estar dispuesto a dejar que otra persona intervenga en el montaje. Tal vez sea así. Generalmente tengo prejuicios a favor del director en estas disputas.
Sin embargo, sean cuales sean los méritos de la Srta. May, la película en su forma actual es divertidísima, y disparatada, y cálida.