Un ardiente estudiante de música, impresionado por la excelente actuación de un famoso músico, le pregunta si él también puede convertirse en un gran artista. El músico le responde en forma de consejos y sugerencias que ciertamente es posible, pero sólo con el respaldo de una práctica rigurosa y austera durante al menos veinte años.
De hecho, la práctica es la clave para alcanzar con éxito cualquier objetivo en la vida y más cuando se recorre el camino que conduce a moksha. Es el fundamento de todos los yogas, incluyendo, karma, bhakti, dhyana, jnana, etc, señaló Swami Tejomayananda en un discurso. Krishna lo denomina ‘abhyasa yoga’.
El acontecimiento más trascendental en la vida de todo jivatma es el momento de la muerte, cuando el atma, cuya verdadera esencia es su inmortalidad, continúa su viaje después de un período específico de estancia en un cuerpo determinado. Si en ese momento, uno tiene la suerte de recordar al Señor, está seguro de llegar a Él, o de alcanzar Su bhava, es la seguridad de Krishna.
Por lo tanto, sólo el Señor es la meta y debe ser el único objeto de meditación.
Esta proposición, aunque atractiva y aparentemente fácil, implica toda una vida de sadana. Se requiere un tremendo esfuerzo para dominar la mente incontrolable que revolotea entre innumerables objetos y pensamientos. A menos que la mente esté impregnada de Dios desde las primeras etapas de la vida, puede que no sea posible pensar en Dios en el último momento.
Hay una historia en el Bhagavata Purana sobre un rey que había conseguido una bendición de los dioses y deseaba saber cuánto tiempo viviría en la tierra. Le dijeron que sólo le quedaban dos horas de vida y decidió meditar en Dios. Aunque se esforzara en hacerlo, uno se pregunta por la eficacia de su esfuerzo. ¿Su mente resistiría las distracciones y tendencias innatas de su vida en sólo dos horas?