Si nuestras relaciones no son satisfactorias, o si tenemos problemas económicos, o si el cuidado de un padre anciano nos amarga el ánimo, sólo tenemos que hacer un ajuste de actitud para pasar del sufrimiento a la alegría. Si simplemente practicamos el pensamiento positivo y las visualizaciones, seremos recompensados con paz mental y felicidad duradera.
La creencia de que nuestros pensamientos crean nuestra realidad es tan seductora como engañosa. Estaría bien que tuviéramos un poder ilimitado para cambiar las cosas, pero no tenemos un control total sobre la vida. Otras personas tienen libre albedrío y toman decisiones basadas en sus propias necesidades y predilecciones. Nos engañamos a nosotros mismos si pensamos que podemos controlar las decisiones de los demás y las fuerzas del entorno que nos afectan.
Trate de decirle a un familiar cuyo padre o hijo murió en el trágico accidente del vuelo 370 de Malaysia Airlines, que aún no ha sido localizado, que los fallecidos crearon esta realidad para ellos mismos. ¿Podría ser que alguien o todos los que iban en el avión tuvieran pensamientos negativos o poco útiles que condujeran a la desaparición del avión? Bastante absurdo, ¿verdad?
Los niños a menudo creen que crean todas las cosas malas que suceden a su alrededor. Si sus padres se divorcian, pueden pensar que son responsables de ello. El narcisismo de los niños suele crearles mucho sufrimiento. Los padres sabios y atentos dejan claro que no son responsables.
Si hacemos el siguiente pequeño ajuste en la creencia de que creamos nuestra propia realidad, nos acercamos a la verdad: a menudo participamos en la creación de nuestra realidad. Este punto de vista reconoce que a menudo no somos víctimas indefensas. Suceden cosas indeseables, pero a menudo tenemos más opciones de las que nos imaginamos sobre cómo afrontar lo que nos sucede, incluida nuestra actitud al respecto.
Por ejemplo, quizás nuestra falta de comprensión o empatía hacia nuestra pareja llevó a su decisión de terminar la relación. Puede que hayamos participado en este resultado no deseado por nuestra falta de sensibilidad y amabilidad. Tal vez nos aferramos a críticas hirientes hacia nuestra pareja en lugar de compartir los sentimientos más vulnerables a los que nos resultaba difícil acceder. O, si somos rechazados por alguien con quien salimos, podríamos haber concluido que somos básicamente defectuosos o que nunca encontraremos una pareja adecuada, en lugar de considerar:
- Simplemente no era una buena pareja.
- No podemos esperar ser la pareja perfecta para todos.
- Hay cosas que podemos aprender del rechazo, pero no significa que haya algo malo en nosotros.
- Hay otras personas ahí fuera que pueden ser una mejor pareja para mí.
No tenemos un control total sobre lo que nos ocurre; de hecho, a menudo no tenemos ningún control. Pero tenemos un control considerable sobre cómo nos relacionamos con lo que nos ocurre. Podemos ser conscientes de nuestros sentimientos y mantenernos con amabilidad y compasión. Podemos aceptar lo que la vida nos trae, en lugar de luchar contra ella o intentar siempre arreglar o cambiarnos a nosotros mismos. Podemos ser más conscientes de nuestro crítico interior y sustituirlo gradualmente por un cuidador interior.
Hay una gran diferencia entre ser responsable de lo que nos ocurre y responder a lo que ocurre. Podemos utilizar lo que sucede para aprender y crecer a partir de nuestra experiencia. Tenemos la capacidad de llorar, sanar y seguir adelante, aunque nos lleve tiempo.
Una actitud más autoafirmativa puede salvaguardarnos de caer en un pozo de vergüenza. Tal vez podríamos haber actuado de otra manera o habernos expresado con más claridad, amabilidad o habilidad. Pero no haberlo hecho no significa que seamos defectuosos. Simplemente significa que somos humanos. Una actitud reflexiva hacia las experiencias desagradables puede profundizar nuestra sabiduría.
Abordar nuestra pena y dolor humanos puede profundizar nuestra compasión y empatía por los demás. Si reducimos todo lo que nos ocurre a pensamientos inútiles, obviamos nuestros sentimientos y nuestra humanidad. Nos plantamos firmemente en nuestras cabezas en lugar de llevar nuestro corazón y nuestra alma a nuestras experiencias humanas, abrazando las alegrías y las penas de estar vivos y reconociendo nuestra conexión sentida con los demás y con la vida.