Del latín sedimentum, sedimento es la materia que, después de haber estado en suspensión en un líquido, termina en el fondo por su mayor gravedad. Este proceso se conoce como sedimentación.
La sedimentación ocurre cuando un material sólido es transportado por una corriente de agua y se posa en el fondo del río, embalse, etc. Las corrientes de agua tienen la capacidad de transportar materia sólida en suspensión y de generar sedimentos por sus propias características o a través de la erosión de los cauces.
A nivel geológico, un sedimento es el material sólido que se acumula en la superficie terrestre y que surge por la acción de diversos fenómenos naturales que actúan en la atmósfera, la hidrosfera y la biosfera. Los vientos, las precipitaciones y los cambios de temperatura son algunos de los factores vinculados al desarrollo de sedimentos.
La mayoría de los procesos de sedimentación tienen lugar bajo la acción de la gravedad. Las zonas deprimidas suelen estar sometidas a la sedimentación, mientras que las áreas más elevadas de la litosfera tienden a sufrir la erosión. Las depresiones en las cuales se acumulan los sedimentos reciben el nombre de cuencas sedimentarias.
Existen dispositivos que se utilizan para producir la sedimentación, un proceso que resulta necesario en cuestiones como la potabilización del agua; entre ellos se encuentran los decantadores, los desarenadores y las presas filtrantes.
La noción de sedimento también puede utilizarse en sentido figurado, para hacer referencia a los restos que quedan de algo ya pasado o terminado: «Estos son los sedimentos de un imperio que supo dominar grandes extensiones del planeta».
Sedimentología
La sedimentología es una rama de la geología que se ocupa del estudio de los procesos de formación y transporte, así como de deposición del material acumulado en forma de sedimento en regiones de tierra o mar, y que generalmente se convierte en rocas sedimentarias. A través de su investigación, tiene como propósito entender y reconstruir los fenómenos de sedimentación del pasado.
A diferencia de la estratigrafía, con la cual tiene un estrecho vínculo, no se encarga de la descripción de las rocas, sino de la interpretación de sus procesos y entornos.
Uno de los principios en los que se basa se denomina Ley de superposición de estratos; la misma define que las capas sedimentarias se depositan a lo largo del tiempo, constituyendo una secuencia en la cual a mayor antigüedad, mayor será la distancia de la capa con respecto a la superficie. Este axioma es fundamental para muchas ciencias naturales que dependen de la geología y parte de la observación de la historia del Planeta.
La relación de nuestra especie con las rocas se remonta a la Edad de Piedra, cuando se comenzó a utilizarlas con fines económicos; sin embargo, el interés científico no se despertó hasta el final del siglo XIX, y fue bautizado con el nombre de sedimentología recién en la primera mitad del siglo XX.
Para la década del 60, la sedimentología había adquirido gran importancia, y en esa época se aprovechó para la explotación de hidrocarburos, aportando los datos necesarios para localizar las áreas más adecuadas para su acumulación (que se conocen con el nombre de reservorios).
Otro campo que se beneficia considerablemente de la sedimentología es la gestión del medio ambiente, ya que encuentra en sus observaciones la información fundamental para la toma de ciertas decisiones, tales como la construcción de puertos y muelles o las acciones para defender las costas de la erosión. Con respecto a este último punto, existen posturas que se oponen a la intervención del ser humano en los procesos naturales, considerándolas interferencias en la voluntad de la Tierra que alteran sus ciclos y pueden provocar catástrofes.