Antes de que Abraham Lincoln se convirtiera en nuestro decimosexto presidente de los Estados Unidos, fue propietario de un negocio, y no siempre con éxito. Su tienda en New Salem fracasó y lo llevó a la bancarrota personal. Recibió una patente por su invento para elevar las embarcaciones fluviales sobre los bancos de arena, pero nunca logró que el negocio despegara. Como abogado, se enfrentó a desafíos con los cobros.
A pesar de los contratiempos, llegó a ser legislador estatal, senador de los Estados Unidos y un líder nacional innegablemente magnífico que ayudó a preservar nuestra Unión durante la Guerra Civil. En este Día del Presidente, mientras celebramos el que habría sido su 206º cumpleaños el 12 de febrero, es el momento de reflexionar sobre los rasgos de carácter que le hicieron grande y cómo esas mismas cualidades pueden guiar a los propietarios de pequeñas empresas.
Honestidad. Lincoln recibió el apodo de «Abe el Honesto» por su reputación de decir la verdad y comportarse con integridad. En un ejemplo clásico, tomó por error seis centavos de más de un cliente en su tienda y caminó tres millas el mismo día para devolverlo.
La conclusión aquí es bastante obvia. Los empresarios que fomentan una cultura de honestidad y transparencia se ganan la confianza de clientes y trabajadores. Contar cuentos chinos puede tener un coste sorprendentemente alto. Cuando exageras una métrica, infravaloras un gasto o eres poco honesto con un cliente o un miembro de tu equipo, creas una realidad falsa. Con el tiempo, tendrá que gestionar las consecuencias de inflar la verdad.
Perseverancia. Como abogado, Lincoln fue persistente, intrépido e incansable en sus negocios y gestiones políticas. Nunca dejó que sus fracasos y decepciones le impidieran seguir adelante.
Los fracasos en los negocios son inevitables, pero pueden forjar el carácter y permitirte aprender y crecer. Una mentalidad de «nariz a la piedra» le permitirá seguir trabajando para alcanzar sus objetivos. Los empresarios comprometidos saben que abandonar o sucumbir ante los fracasos no es una opción.
Comunicación. Lincoln tenía una notable habilidad para comunicar su visión y sus objetivos, y hacer que sus conceptos fueran sencillos y relevantes para las preocupaciones de la gente. Comprendía la importancia de explicar por qué su enfoque de la resolución de problemas era la mejor opción.
Los emprendedores tienen que destacar en la comunicación y ser claros en sus objetivos. Y no está de más ser un gran contador de historias, una habilidad que llevó a Lincoln a la Casa Blanca. La clave es conocer -realmente conocer- a su público y orientar su mensaje para satisfacer sus necesidades. Es posible que nunca transmita un mensaje tan memorable como el discurso de Gettysburg, pero una comunicación eficaz puede ayudar a que su mensaje se interprete correctamente.
Vulnerabilidad. Lincoln nunca tuvo miedo de compartir su lado vulnerable. Se dejó fotografiar en momentos de gran desesperación y no se sintió incómodo al compartir su dolor con la nación cuando su hijo, Willie, murió de tuberculosis.
En el mundo de los negocios, puede ser difícil revelar tus vulnerabilidades. Pero aceptar y compartir tus errores demostrará que no necesitas ser perfecto en todo y, por tanto, tampoco tus empleados. Compartir tu lado vulnerable también puede reforzar las conexiones con tus compañeros y clientes.
El impacto de Lincoln en la sociedad contemporánea sigue vivo. Para que no tenga dudas, considere la frecuencia con la que se le cita. Los muchos rasgos de carácter positivo que Lincoln mostró tienen la capacidad de impactar en todos nosotros, conducir a un mayor éxito empresarial y servir para inspirar a la próxima generación.
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