Cuando el presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, y la vicepresidenta electa, Kamala Harris, pronunciaron sus discursos de victoria el sábado por la noche, hora local, el recuento de los votos del Colegio Electoral mostraba que habían superado decisivamente el crucial umbral de los 270 votos, lo que les ha llevado a la Casa Blanca este enero.
La tradición dicta que el candidato perdedor también pronuncie su propio discurso para reconocer su derrota. Pero su oponente vencido, Donald Trump, no lo ha hecho.
No podemos psicoanalizar a Trump desde la distancia, aunque estoy seguro de que muchos lo hemos intentado. Podemos, sin embargo, aplicar teorías y modelos psicológicos para entender la negación de la derrota. Mi área de investigación -la psicología de la personalidad- puede resultar especialmente útil aquí.
La reticencia a admitir la derrota, incluso cuando la batalla está irremediablemente perdida, es un fenómeno sorprendentemente poco estudiado. Pero hay algunas investigaciones que pueden ayudar a comprender por qué algunas personas, en particular las que muestran un rasgo llamado «narcisismo grandioso», pueden tener dificultades para aceptar la derrota. En pocas palabras, estas personas pueden ser incapaces de aceptar, o incluso comprender, que no han ganado.
Otras teorías psicológicas, como la disonancia cognitiva (resultante de la discrepancia entre lo que creemos y lo que ocurre), también pueden ayudar a explicar por qué nos reafirmamos en nuestras creencias ante una abrumadora evidencia contrastada.
Si crees que eres mejor que todo el mundo, ¿qué significaría perder?
Los rasgos de personalidad pueden dar una idea de por qué alguien podría no estar dispuesto a aceptar la derrota.
El narcisismo es uno de esos rasgos. Hay pruebas que sugieren que hay dos formas principales de narcisismo: el narcisismo grandioso y el narcisismo vulnerable.
En este artículo, nos centraremos en el narcisismo grandioso, ya que las características de este rasgo parecen ser las más relevantes para la posterior negación de la derrota. Las personas que muestran rasgos de narcisismo grandioso son propensas a mostrar grandiosidad, agresividad y dominio sobre los demás. Según investigadores de la Universidad Estatal de Pensilvania, que publican en el Journal of Personality Disorders, este tipo de narcisismo se asocia con:
…la exaltación manifiesta de sí mismo, la negación de las debilidades, la exigencia intimidatoria de derechos… y la desvalorización de las personas que amenazan la autoestima.
El narcisista grandioso es competitivo, dominante y tiene una imagen positiva e inflada de sus propias habilidades, capacidades y atributos. Es más, los narcisistas grandiosos tienden a tener una autoestima más alta y una autoestima inflada.
Para el narcisista grandioso, la derrota puede comprometer esta autoestima inflada. Según investigadores de Israel, estas personas encuentran los reveses en los logros particularmente amenazantes, ya que estos reveses podrían indicar un «fracaso en la competencia».
En lugar de aceptar la responsabilidad personal por el fracaso y la derrota, estos individuos externalizan la culpa, atribuyendo los reveses y fracasos personales a los defectos de los demás. No reconocen, o incluso no pueden reconocer, que el fracaso podría ser propio.
Basado en el perfil del narcisista grandioso, la incapacidad de aceptar la derrota puede caracterizarse mejor por un intento de proteger la imagen positiva grandiosa de sí mismo. Su dominio, la negación de las debilidades y la tendencia a desvalorizar a los demás da como resultado una falta de comprensión de que incluso es posible que pierdan.
¿Por qué algunas personas se reafirman a pesar de la evidencia de lo contrario?
En la década de 1950, el renombrado psicólogo Leon Festinger publicó When Prophecy Fails (Cuando la profecía falla), documentando las acciones de un culto llamado The Seekers (Los Buscadores) que creía en un apocalipsis inminente en una fecha determinada.
Después de la fecha en que el apocalipsis no ocurrió, Los Buscadores no cuestionaron sus creencias. Más bien, proporcionaron explicaciones alternativas, redoblando sus ideas. Para explicar esta negación reforzada frente a la evidencia, Festinger propuso la disonancia cognitiva.
La disonancia cognitiva ocurre cuando nos encontramos con eventos que son inconsistentes con nuestras actitudes, creencias y comportamiento. Esta disonancia es incómoda ya que desafía lo que creemos que es verdad. Para reducir esta incomodidad, adoptamos estrategias como ignorar las nuevas pruebas y justificar nuestro comportamiento.
Aquí hay un ejemplo de disonancia y estrategias de reducción.
Louise cree que es una excelente jugadora de ajedrez. Louise invita a una nueva amiga, que apenas ha jugado al ajedrez, a jugar una partida de ajedrez con ella. En lugar de la victoria fácil que Louise pensaba que sería, su nueva amiga juega una partida muy desafiante y Louise acaba perdiendo. Esta derrota es una prueba que contradice la creencia de Louise de que es una excelente jugadora de ajedrez. Sin embargo, para evitar desafiar estas creencias, Louise se dice a sí misma que fue suerte de principiante, y que simplemente estaba teniendo un día malo.
Algunos investigadores piensan que experimentar la disonancia tiene un propósito adaptativo, ya que nuestras estrategias para superar la disonancia nos ayudan a navegar por un mundo incierto y a reducir la angustia.
Sin embargo, las estrategias que utilizamos para reducir la disonancia también pueden hacernos inflexibles en nuestras creencias. Una aceptación rígida y continuada de nuestras creencias podría hacernos incapaces de aceptar los resultados incluso ante pruebas condenatorias.
Consideremos cómo el narcisismo grandioso podría interactuar con la disonancia cognitiva ante la derrota.
El narcisista grandioso tiene una imagen positiva inflada de sí mismo. Cuando se le presenta una evidencia contraria, como la derrota o el fracaso, es probable que el narcisista grandioso experimente disonancia cognitiva. En un intento de reducir el malestar de esta disonancia, el narcisista grandioso redirige y externaliza la culpa. Esta estrategia de reducción de la disonancia permite que la imagen de sí mismo del narcisista grandioso permanezca intacta.
Por último, el acto de no disculparse por el propio comportamiento podría ser también una estrategia de disonancia. Un estudio realizado por investigadores en Australia descubrió que negarse a pedir disculpas después de hacer algo malo permitía al agresor mantener su autoestima intacta.
Podría ser seguro decir que, si la negación de Donald Trump de la pérdida de las elecciones es un producto del narcisismo grandioso y la disonancia, no contenga la respiración para una disculpa, y mucho menos un elegante discurso de concesión.