El desmantelamiento de las infraestructuras petrolíferas y gasísticas del Reino Unido costará al contribuyente 24.000 millones de libras, según las estimaciones del HMRC. Entonces, ¿por qué no podemos dejar las estructuras artificiales en el mar y ahorrarnos así el coste de su retirada y reciclaje? Eso sería una gran ganancia para el erario público. Sin embargo, para ello tendríamos que poner a prueba los pilares de la sostenibilidad: la economía, el medio ambiente y la sociedad.
El desmantelamiento de una plataforma petrolífera es un gran trabajo. Las instalaciones en alta mar están formadas por el equipo de procesamiento y perforación de petróleo y gas (la parte superior) y la estructura de soporte del lecho marino a la superficie. En la mayoría de los casos se trata de una estructura de acero apilada en el lecho marino (la cubierta). La mayor cubierta de acero en aguas del Reino Unido es la de la plataforma petrolífera Magnus, que pesa 30.000 toneladas, aproximadamente el peso de 20.000 coches familiares.
El desmontaje suele realizarse en dos fases. En primer lugar, los equipos de la parte superior se limpian y se dividen en secciones para levantarlas en barcazas grúa o, en el caso de las estructuras de la parte superior más pesadas, en un petrolero de doble casco. Una vez que se ha retirado la parte superior, se corta la cubierta, se eleva a una barcaza y tanto la parte superior como la cubierta se llevan a tierra para su desmantelamiento y reciclaje.
Los pozos de petróleo y gas siempre necesitan ser taponados para evitar que el contenido del depósito de hidrocarburos abandonado se filtre al entorno. Pero cada vez hay más pruebas de que dejar la cubierta y las estructuras de la parte superior en el mar es positivo para el medio ambiente.
En el Golfo de México, el programa estadounidense Rigs to Reefs ha convertido 532 plataformas de petróleo y gas en arrecifes artificiales. Tras varios años en el agua, cada estructura se cubre de organismos epifaunales como ostras, mejillones, percebes, tunicados, esponjas y corales. Éstos crean una superficie cada vez más compleja que proporciona miles de recovecos para que organismos como cangrejos, gusanos, erizos de mar y blenios los utilicen. Estos animales proporcionan entonces alimento a los peces más grandes y la estructura se convierte en un verdadero ecosistema de arrecife.
El Scottish Wildlife Trust también propone que la eliminación de la arquitectura puede no ser la mejor opción medioambiental. Al igual que en el Golfo de México, las estructuras de la costa de Escocia proporcionan superficies duras que son colonizadas por anémonas, hidroides, briozoos, esponjas, mejillones, percebes y corales blandos y duros. También se han convertido en zonas de cría y refugio para peces de importancia comercial y atraen a mamíferos marinos depredadores.
El desmantelamiento, por otra parte, destruye los prósperos ecosistemas marinos que se han acumulado durante décadas. También provoca un aumento de las emisiones atmosféricas nocivas, incluidas las de gases de efecto invernadero, debido al tráfico marítimo necesario para llevar a cabo los trabajos de retirada.
El desmantelamiento tampoco ofrece muchos beneficios sociales o económicos. Crea pocos puestos de trabajo, sobre todo para las partes del proceso de desmantelamiento y reciclaje en tierra. Por ejemplo, el desmantelamiento de la instalación de producción flotante de Buchan sólo proporcionó 35 puestos de trabajo. Y al final del proceso, no queda nada. En definitiva, el desmantelamiento es una sangría para los fondos de los contribuyentes.
Es la ley
A pesar de la falta de beneficios, el Reino Unido sigue retirando la arquitectura marina a un ritmo de entre 70.000 y 100.000 toneladas al año. La razón es que la legislación marina nos obliga a ello.
La Decisión sobre la eliminación de instalaciones marinas en desuso del Convenio OSPAR prohíbe a los países firmantes (incluido el Reino Unido) dejar la arquitectura marina en el mar, ya sea en su totalidad o en parte. Obliga a devolver a la costa todas las instalaciones de la parte superior y a retirar por completo las estructuras submarinas que pesen menos de 10.000 toneladas. Debido a la dificultad asociada a la eliminación de las estructuras más grandes, algunas pueden dejar sus bases en su lugar.
También es interesante observar que OSPAR está en desacuerdo con el Reglamento de Conservación de Hábitats y Especies Marinas de Alta Mar del Reino Unido de 2017. OSPAR dice que debemos eliminar las estructuras independientemente del daño a la vida marina, mientras que las regulaciones del Reino Unido se centran en la prevención de las actividades que podrían matar o herir a las especies marinas protegidas.
Un ejemplo es el coral de aguas frías Lophelia pertusa. Estos corales se han registrado a profundidades de entre 50 y 130 metros en estructuras de petróleo y gas. Los arrecifes de coral de aguas frías mantienen una gran diversidad y abundancia de invertebrados y peces asociados. El hecho de que OSPAR no reconozca su presencia es simplemente erróneo.
Dado que el erario público tiene tanto que ganar al dejar las estructuras artificiales en el mar como beneficio para los ecosistemas marinos, el gobierno del Reino Unido debería basar sus argumentos para la retirada en pruebas económicas, sociales y medioambientales. Si las pruebas no pueden respaldar la retirada -lo que no creo-, el Reino Unido debería cuestionar la idoneidad de la actual legislación marina internacional.
Por último, un contraargumento frecuente es que si dejamos la arquitectura marina en su sitio acabaríamos con un furor público similar al que obligó a Shell a abandonar sus planes de deshacerse de la boya de carga del petrolero Brent Spar en el mar en la década de 1990. Pero si utilizamos el ahorro que supone dejar las instalaciones en alta mar para apoyar la inversión en gestión del clima, creo que los grupos ecologistas y el público en general podrían ver las cosas de forma muy diferente.