Escribir es una experiencia muy personal y por eso no puede significar lo mismo para todos. La única manera de responder con honestidad a esta pregunta es tratar de decir lo que escribir significa para uno.
Escribir es poner la cara, hablar de frente. Los escritores no son esas personas retraídas y solitarias que nos pintan, todo el que escribe se juega algo en sus palabras. Lo que el poeta, el columnista o el autor de un blog tienen en común es la necesidad de decir eso que piensan o que sienten, y no pueden o no deben callar. Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA y la Sociedad Interamericana de Prensa, entre 1987 y 2006 fueron asesinados en Colombia 121 periodistas, sólo porque tuvieron el valor de decir lo que pensaban, no en voz baja sino por escrito.
Escribir es un trabajo como cualquier otro. Escribir no es sólo inspiración, sino también transpiración. La buena escritura es el resultado de muchas horas de trabajo, de armar y desarmar, de coser y remendar, de podar y reescribir, no una sino muchas veces. A un periodistas que le preguntó cuál era la formula para ser un buen novelista, Faulkner le respondió: «Noventa y nueve por ciento de talento… Noventa y nueve por ciento de disciplina… Noventa y nueve por ciento de trabajo.
Escribir es una aventura fascinante. Cuando escribimos -como en toda aventura- no sabemos qué sorpresas nos esperan, ni adónde vamos a llegar; esto explica esa mezlca de fascinación y de terror que sentimos frente a la hoja en blanco. La escritura no se deja encerrar en mapas ni esquemas mentales. Aún no hemos acabado de escribir unas cuantas líneas, cuando empiezan a aparecer nuevos caminos y senderos inesperados; imposible resistir a la tentación de extraviarse por alguno de ellos. Muchas veces las ruta que buscábamos en vano se encuentra en uno de esos desvíos. Otas veces, mientras escribimos se nos revela una idea brillante -tanto que no parece nuesta- como si alguna voz nos la hubiera dictado o como si alguien nos estuviera llevando de la mano.
La pedagogía de la escritura debería ayudarles a los maestros y a los jóvenes a descubrir esta dimensión de rebeldía, de aventura, de experimento y de juego incierto que tiene el acto de escribir. Lo demás es gramática.
(*) Desde hace años se ha interesado en el potencial formativo que tiene la escritura como mediación en las experiencias educativas y ha trabajado en varios proyectos de escritura con docentes y estudiantes. Actualmente colabora, como profesor e investigador, en el Proyecto Leer y Escribir en la Universidad, en la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana.