En 1992 los arcades con volante y pedales no eran nada nuevo y la era de los emocionantes juegos de carreras en 3D estaba a la vuelta de la esquina. Es de suponer que por eso Namco decidió innovar con el juego de conducción decididamente bidimensional Lucky & Wild añadiendo un par de pistolas semiautomáticas atornilladas al salpicadero. Tu turno, Daytona USA.
Encarnando a la pareja titular de detectives de paisano, tu trabajo consiste en «investigar» un cártel de la droga abriéndote paso por las carreteras públicas distribuyendo más plomo que una fábrica de lápices victoriana. La genialidad del juego es que está diseñado para dos jugadores, uno de los cuales se concentra únicamente en disparar con una sola pistola, y el otro trata de compaginar la precisión de las armas de fuego con el hecho de no estrellar el coche contra el mobiliario urbano. Todo esto va acompañado de las caras de dibujos animados de nuestros héroes imitadores de Starsky y Hutch en el espejo retrovisor, probablemente la floritura gráfica más memorable del juego.
Tus sospechosos que huyen pueden ser despreciables criminales internacionales, pero hay que admirar su gusto por los coches. Cuando persigas a un jefe, casi siempre te encontrarás siguiendo una pieza de metal de primera, como un Cadillac Eldorado de 1977 o una limusina Mercedes Benz 600 Pullman de 1981. Las interminables oleadas de matones, por su parte, se decantan por un Serie 3 Touring de principios de los 90, porque incluso los narcotraficantes aprecian el equilibrio entre practicidad y prestaciones.
El resultado final es el tipo de caos automovilístico desenfrenado que plantearía serias cuestiones sobre el debido proceso y el uso de la fuerza – cuando el ordenador de la policía en el coche está programado sólo para mostrar un recuento de tu cuenta de cuerpos, sabes que algo ha ido terriblemente mal.
Simplemente no hay un problema en Lucky & Wild que no pueda ser resuelto con la aplicación liberal de más balas. Un ejemplo: incluso puedes utilizar tus pistolas para eliminar las bombas de relojería de dinamita del capó del coche. Hace que te preguntes por qué los expertos en desactivación de bombas se molestan en entrar y salir del elaborado traje acolchado.