La palabra teocracia hace referencia a los sistemas gubernamentales que se basan en creencias religiosas, es decir, según ellos es Dios quien rige la religión y los aspectos de la vida política, económica y todo aquello que tenga que ver con el país.
Para el teócrata, todas las decisiones políticas y religiosas son regidas por un Dios y no existe separación entre estos dos aspectos.
El término teocracia está compuesto por dos palabras que provienen del griego, Teo que significa ‘Dios’ y cracia ‘gobierno’. Este gobierno se caracteriza por ejercer el poder teniendo bajo su mando las cuestiones políticas y religiosas al mismo tiempo, tomando decisiones que incumben a dichos aspectos y que van paralelas entre sí en cuanto respecta a su ideología.
Es por ello que en este sistema es Dios el que tiene y ejerce su poder, tomando las decisiones, o en su defecto el propio Dios manifiesta su autoridad a través de ministros o representantes que trabajan en su nombre. En la teocracia no existe una división o separación entre el estado y la institución religiosa.
La teocracia es uno de los sistemas políticos más antiguos, es una forma de gobierno que ha existido en el planeta desde el comienzo de los tiempos, dado que se debe tomar en cuenta que durante la Antigüedad y en el transcurso de la Edad Media las religiones del mundo ocupaban un lugar central y eran las que organizaban la vida diaria, las prácticas sociales, las costumbres y formas de pensar de la sociedad.
En la actualidad, los sistemas teócratas son discutidos, dado que otras formas de gobierno como la democrática o parlamentaria, ya que buscan abrir la representación y participación política de toda la sociedad las consideran formas de gobierno que no funcionan.
Es importante recalcar que en la teocracia no existe el recambio de poder, es decir, nadie puede presentarse como candidato a nada, no hay elecciones directas de los representantes por medio del voto popular, entre otras cosas.
Aunque este sistema está prácticamente extinto, es normal encontrar que algunos estados de Medio Oriente, África y hasta el Vaticano, se rigen a partir de la idea teocrática de que quien los gobierna está directamente vinculado con el Dios de su creencia.