La Escritura proporciona una serie de frases que describen las características del Espíritu Santo.
Es el Espíritu de la verdad (Juan 14:17; 15:26; 16:13; 1 Juan 4:6). Como tal, nos guía a toda la verdad y procura guardarnos del error.
Es el Espíritu de santidad (Rom. 1:4). Como tal, nos separa de Dios de todo lo que es anti-Dios.
Es el Espíritu de vida en Cristo (Rom. 8:2). Como tal, Él imparte vida a aquellos que dependen de Él para guardarnos de la muerte de la carne, tanto de la carne irreligiosa como de la carne religiosa.
Él es el Espíritu de adopción (Rom. 8:15). Como tal, cuando nacemos de nuevo como bebés en Cristo, Él también nos adopta como hijos maduros con todos los derechos de acceso a nuestra herencia en Cristo.
Él es el Espíritu de fe (2 Cor. 4:13). Como tal, cuando miramos a Jesús a través de la Palabra, Él crea la fe en nuestros corazones al convencernos de la realidad de la verdad para que podamos ejercer la fe.
Él es el Espíritu de la promesa (Ef. 1:13). Como tal, nos sella hasta el día de la redención, entrando y uniéndose a nuestros espíritus regenerados, prometiendo que hay más por venir.
Es el Espíritu de sabiduría (Ef. 1:17). Como tal, nos imparte discernimiento y habilidad para aplicar el conocimiento bíblico a la vida real.
Es el Espíritu de revelación en el conocimiento de Dios (Ef. 1:17). Como tal, nos revela la persona de Dios para mejorar nuestra relación con Dios y alejarnos del ritualismo.
Es el Espíritu de poder (2 Tim. 1:7). Como tal, Él imparte capacidad divina porque el ministerio espiritual exige energía espiritual.
Él es el Espíritu de amor (2 Tim. 1:7). Como tal, Él imparte amor sobrenatural que de otra manera no sería experimentado.
Él es el Espíritu de una mente sana (2 Tim. 1:7). Como tal, nos mantiene estables y libres de inestabilidad y vacilación.
Es el Espíritu de gracia (Heb. 10:29). Como tal, es el agente de la Divinidad que nos capacita sobrenaturalmente para hacer la voluntad de Dios.
Es el Espíritu de gloria (1 P. 4:14). Como tal, Él irradia la gloria de Jesús en nosotros para que estemos resplandecientes con Cristo.
¡Qué glorioso Espíritu Santo-el Espíritu del Padre y el Espíritu del Hijo!